Como todos los sábados, hoy me he despertado con una lista mental de todas las cosas que me gustaría hacer. Tener todo un día libre por delante es el valor más preciado cuando de lunes a viernes apenas tienes tiempo para dedicarte a aquello que consigue sacarte de la rutina, desconectarte de lo que te rodea y conectarte contigo mismo.
En esa lista de los sábados, siempre hay muchas cosas anotadas, demasiadas para lo rápido que van las agujas del reloj, y el baño de realidad me recuerda que no hay necesidad de autoimponerse la presión de hacerlo todo, y que es mejor escoger solo una, disfrutarla y dejar que fluya el día. Así que hoy he decidido recuperar un pequeño pedacito de mí que tenía olvidado y que tanto me gusta: la escritura.

He metido una libreta en la mochila que, de lo bonita que es, aún no había estrenado por no querer emborronar sus hojas blancas con mis escritos. Hasta que he pensado que, precisamente por eso, debía cogerla. En vez de acumular polvo en la estantería, seguro que agradecía que por fin fuera a darle vida a sus páginas. También he rescatado un bolígrafo -no tan bonito como la libreta-, pero es gracias a él que ahora mismo estoy pudiendo escribir. Y sin pensármelo más, me he ido en busca de un rincón donde dejarme llevar por lo que mi mente quisiera dictar a mi mano. El rincón escogido de hoy ha sido un banco perdido, rodeado de árboles y plantas que han sobrevivido al invierno y empiezan a sonreír con la llegada de la primavera. Y aunque hace más viento del que me gustaría y el sol está algo tímido, el banco se ha convertido en un buen refugio: mi refugio.
Mientras iba a la captura del lugar idóneo, alejado de cualquier persona y con la naturaleza como banda sonora, pensaba que algo tan simple como lo de hoy, hace tres años habría sido imposible. Por suerte, la pandemia que paró el mundo, el confinamiento que nos encerró en casa y el virus que tanto nos distanció de nuestros seres queridos, parece que es una pesadilla que va quedando atrás. Y es por eso que hoy, en este sábado de marzo, en este primer fin de semana de primavera, doy más gracias que nunca de poder estar en este banco, de reencontrarme con la escritura, de respirar todo el aire que puedan captar mis pulmones, de absorber todo el sol que deje mi piel y de liberar mis pensamientos para que bailen al compás del viento que mece las hojas de los árboles.
Bienvenida de vuelta a ese rincon tan especial y tan tuyo y que echabamos en falta en el que tus relatos nos trasladan y nos hacen sentir ese trocito de vida e ilusiones que a veces se nos olvida vivir y compartir. Espero con entusiasmo tu próxima publicación!🤗
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Tu escrito nos trae esa incipiente llegada de una nueva primavera mediante la frescura y calidad de tu inigualable prosa.
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