Descubriendo Tailandia: Bangkok

El olor a comida en cada rincón que acentúa tu sentido del olfato a límites desconocidos. El ir y venir de coches que se toman los semáforos como si fueran simples estatuas decorativas a las que no hay que hacer caso. Vida, mucha vida, en las calles, junto a alguna rata y alguna cucaracha –menos de las esperadas– que hace más emocionante el paseo. Y, como no, el sinfín de tuk tuks que tratan de encontrar el mejor postor. Estas son algunas de las primeras imágenes que recuerdo del viaje que acababa de empezar. Imágenes que vinieron justo después de ver –importante mencionarlo– cómo se balanceaba un inquietante muñeco con forma de pollo en la parte trasera de un taxi, el mismo taxi que nos tenía que llevar hasta el hotel.

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