El olor a comida en cada rincón que acentúa tu sentido del olfato a límites desconocidos. El ir y venir de coches que se toman los semáforos como si fueran simples estatuas decorativas a las que no hay que hacer caso. Vida, mucha vida, en las calles, junto a alguna rata y alguna cucaracha –menos de las esperadas– que hace más emocionante el paseo. Y, como no, el sinfín de tuk tuks que tratan de encontrar el mejor postor. Estas son algunas de las primeras imágenes que recuerdo del viaje que acababa de empezar. Imágenes que vinieron justo después de ver –importante mencionarlo– cómo se balanceaba un inquietante muñeco con forma de pollo en la parte trasera de un taxi, el mismo taxi que nos tenía que llevar hasta el hotel.

Uno de los muchos Tuk Tuks que se pueden encontrar en las calles de Bangkok
Sí, después de 2 aviones, 1 escala y, en total, más de 12 horas desde que despegamos de Barcelona, al fin habíamos llegado a nuestro destino: Tailandia. Y a nuestra primera parada del viaje: Bangkok. El plato por excelencia, el “Pad Thai” –fideos salteados–, no tardó en caer. Y en la primera noche ya descubrimos cuál iba a ser nuestro postre favorito por excelencia: el llamado “Mango Sticky Rice” –mango troceado acompañado de arroz glutinoso y, todo ello, bañado en leche de coco–. También en la primera noche fuimos testigos de que el concepto “no spicy” tailandés no tiene nada que ver con el nuestro. Creedme si os digo que todavía noto el picante cuando lo recuerdo.

El «Mango Sticky Rice» es un postre típico tailandés que consiste en mango troceado acompañado de arroz glutinoso y, todo ello, bañado en leche de coco
No tardamos demasiado en familiarizarnos con el hábito de descalzarnos y cubrirnos los hombros y las rodillas para entrar en cualquier templo. En Bangkok, los templos budistas principales son el Wat Pho, que es conocido por tener en su interior el Buda Reclinado de 46 metros de largo y 15 metros de altura –realmente impresionante-; el Wat Arun, cuyo nombre significa Templo de la Aurora o Templo del Amanecer; y el Wat Phra Kaew, ubicado en las inmediaciones del palacio real, en el cual se encuentra el Buda de Esmeralda –y que, por cierto, no pudimos ver por coincidir con el “Asalha Puja Day”, festividad que se celebra durante la luna llena del mes de julio para conmemorar el primer sermón pronunciado por Buda–.

Wat Pho, uno de los principales templos de Bangkok: alberga un Buda Reclinado de 46 metros de largo y 15 metros de altura
El primer contacto con Bangkok ya estaba superado con éxito. Ahora tocaba descansar para visitar Ayutthaya al día siguiente, la antigua capital de Tailandia. Y, aunque todavía no lo sabíamos, con Siri nos lo íbamos a pasar en grande –y no, no se trata del famoso asistente virtual de dispositivos Apple 😛 -.
Espero que sigas sorprendiéndonos con tus relatos…son pura magia 🙂
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Muchas gracias, Pilar!! 😊
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🥰 que ganas de volver a Bangkok y a Tailandia en general 🥰 nos encanta 😁 sigue así
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Muchas gracias por vuestro comentario, DosViajando 🙂 Sin duda, es un país que da para explicar muchas historias 😛 Estaré atenta tambien a vuestras publicaciones! Un saludo!!
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