Ese dulce traqueteo que suena al rozar contra el asfalto lo conozco bien. Nada más oírlo, sentimientos de alegría -por el momento-, ilusión -por la aventura- e incertidumbre -por lo que vendrá- se atrincheran en mi estómago, un ejército de sensaciones con sabor a viaje que mi cuerpo canaliza en forma de escalofrío. Sí, conozco bien ese sonido. El suave desliz de las ruedas hacen que me transporte al destino que me espera y embarque antes de tiempo, a través de mi imaginación, una maleta llena de mucha ropa de «por si acaso», pero siempre reservando un gran hueco para guardar todas las experiencias vividas durante el viaje.
En esta ocasión el destino es Carcassonne, una pequeña ciudad situada al sur de Francia, cuyo atractivo más conocido es la ciudad medieval – la cité- que corona la región. Una vez empiezas a cruzar el puente viejo vislumbrando la muralla al fondo, es inevitable pensar en cómo sería la vida de aquellas personas que siglos atrás caminaban por el mismo puente dirigiéndose a su ciudad fortificada. Si bien es cierto que las tiendas de souvenirs y restaurantes ubicados en el interior de la muralla no acaban de conjuntar con la magia histórica del lugar, la fragancia a antiguo permanece y su principal esencia es el castillo condal, construido en el siglo XII por los Trencavel, vizcondes de Carcassonne.
Además de la cité y la Bastida de St.Louis, con sus casas señoriales, el pórtico de entrada de los Jacobinos y la plaza Carnot -en la que, por cierto, no hay ningún banco para sentarse y calmar el cansancio del turista- otra visita obligada es el Canal du Midi. Este estrecho marítimo, de unos 240 km de longitud, fue construido por Pierre-Paul Riquet en el siglo XVII para unir el Atlántico con el Mediterráneo y se caracteriza por la belleza del paisaje que lo envuelve, así como las esclusas que permiten navegar por sus distintos niveles.
Una buena forma de acabar la visita a la ciudad es paseando por la orilla del río Aude, respirando hondo para llenar los pulmones de ese aire que ha saneado la naturaleza del entorno y dejándote llevar por la suave melodía del agua que fluye tranquila y veloz al mismo tiempo, pero siempre viva.
Al regresar de nuevo a casa la maleta se resiste. Después de un viaje su vida queda en ámbar y tan sólo puede esperar a que una nueva aventura conecte la luz verde que le permitirá reemprender su misión. El ronroneo del roce de sus ruedas la va durmiendo lentamente y en el último bostezo se entreoye: «Todo viaje empieza por la maleta… Hasta la próxima viajero».
¡Qué alegría contar con un espacio nuevo con palabras deliciosas! Este aperitivo hace que auguremos grandes historias por venir, como las que le esperan también a esa maleta 😀
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Gracias «la tiradora de hilos»! Espero que estos primeros aperitivos abran paso a pequeños grandes platos en los que nunca puede faltar el principal ingrediente: las vivencias por contar 🙂
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Gracias a la maleta viajera y a la mágica mano que la ha guiado, no sólo por su ameno relato sino también por los prometedores viajes que espero sigas compartiendo
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Gracias «pasajeros del mundo»! Cuando uno va con los ojos bien abiertos la magia surge sola 🙂 Sin duda vendrán muchos prometedores viajes que llenarán este blog de las fragancias que albergue mi fiel compañera maleta.
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Palabras cocinadas, qué brillante juego de palabras y qué agradable manjar deleitarnos con tan amenas historias
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Gracias Cayetana! Me alegro de que te haya gustado!! Poco a poco espero mejorar este manjar para que su sabor sea mucho más intenso 🙂
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Como los buenos chefs, en cada escrito sorprendes combinando palabras e ideas, hasta obtener un plato perfecto.
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