Es sinónimo de entusiasmo y alegría, aunque también se define como imagen sugerida por los sentidos que carece de verdadera realidad. Ambas acepciones describen la ilusión, ese cúmulo de sentimientos que, si nos paramos a pensar, es probable que haya acompañado algunos de los momentos más entrañables de nuestra vida. Esta palabra es también la protagonista del espectáculo que Antonio Díaz, conocido como Mago Pop, ha bautizado con el nombre «La gran ilusión». Tras más de tres años, se despide esta semana de Barcelona en el Teatro Tívoli para continuar con su gira mundial.
De él, el mismo Stephen Hawking confirmó no lograr entender cómo hace lo que hace. Y realmente, después de vivirlo en primera persona, así es. Durante algo más de una hora, Díaz traslada a su público a un mundo paralelo en el que todo es posible. Mostrando su destreza en el manejo de las cartas, su habilidad para viajar en el tiempo y su facilidad para hacer aparecer y desaparecer personas, consigue que la ilusión supere la realidad convirtiendo lo irreal en lo más real de este teatro centenario. El toque de humor no falta, y los voluntarios, que miran a todos los rincones menos al mago cuando llega el momento de elegirlos, también son parte del espectáculo. Después toca debatir la gran pregunta: «¿cómo lo habrá hecho?». La clave del éxito es que la respuesta que le sigue es «no lo sé».
Y acabo con la cita de alguien que también hacía magia, pero con las palabras. El escritor Gabriel García Márquez hablaba de ilusión en su novela El coronel no tiene quien le escriba y decía lo siguiente:
«- La ilusión no se come -dijo ella.
-No se come, pero alimenta -replicó el coronel.»