«Me suda el cerebelo», grita la cirujana que acaba de dejar a medias una intervención para confesar a su compañero que se está muriendo. Él, consternado, no sabe qué decir. Mientras tanto, ella, agónica, grita de nuevo: «¡Me suda el cerebelo!».
Esta escena tan grotesca resulta de lo más graciosa cuando los actores que se alzan sobre el escenario la han improvisado en cuestión de segundos. Así es Impro Show, el espectáculo interactivo y sin argumento fijo que lleva 14 años en cartelera, y también hay que decirlo, el espectáculo que hará bajar la cabeza a más de uno cuando se diga la mágica frase de «buscamos a un voluntario».
Cada semana personas de todas las edades acuden al Teatreneu para convertirse por 90 minutos en los guionistas de una obra de teatro. Te enfrentas al desafío de un papel en blanco que te pide que escribas un título sobre él. El «¿Y ahora qué pongo?» debe de ser el best seller de todos los pensamientos, que incluso algunos se deciden a plasmar en ese guión improvisado. También los hay quienes quieren que se vaya el frío evocando a «La primavera». Pero para algo dispar, mejor optar por un «Les torradetes de Santa Teresa». Sin este título no habría sido posible ser cómplices de un convento de monjas que venden torradetes y quieren acabar con su competencia, las monjas franciscanas, porque venden magdalenas.
Aplausos y risas, como no podía ser de otra forma, componen la banda sonora de esta obra en la que el spoiler pasa a la nada, de la nada sucede de todo, y de todo la gente se divierte. Y como decía otro de los títulos anónimos: «Muchas tardes y buenas gracias». No habría encontrado mejor forma de despedirme.