Photoshop de recuerdos

Muchas veces los mejores planes surgen de la casualidad. De una serie de casualidades que te llevan a un lugar. De un lugar que te hace improvisar. Y de una improvisación que, paradójicamente, rompe con el sentido estricto que define un plan. Así nació la idea de ir a ver el musical de Silvia Navarro y Ernest Fuster «Invisible«, que ha sido dirigido por Alicia Serrat y producido por Toni Luque y está celebrando sus últimas funciones en el Eixample Teatre de Barcelona.

Tan sólo 3 actores son necesarios para llevar a cabo esta obra de teatro sobre un escenario minimalista que permite centrar la atención en lo que de verdad importa: las personas que protagonizan la historia, las palabras que dicen o callan y, sobre todo, el nexo común que las ha unido en esa misma trama: una clínica llamada WhiteInk que hace «photoshop con los recuerdos» para reemplazar los momentos que se quieren olvidar por otros nuevos.

Más allá de las buenas actuaciones y voces de Lucía Torres, Adrián Rodríguez y Paula Berenguer, lo que hace de «Invisible» una obra recomendable es la capacidad de traspasar el telón y despertar en el espectador una cuestión: «Y a mí, ¿me gustaría borrar algún recuerdo?». La pregunta es lo suficientemente compleja como para contestarla al momento, por lo que permanece en tu mente mucho más tiempo de lo que dura la obra en sí. Y, tras darle alguna que otra vuelta, al final tienes algo parecido a una respuesta.

La respuesta, en mi caso, es no. No me gustaría aplicar «tinta blanca» a ningún recuerdo para olvidarlo para siempre. ¿Por qué? Porque el pasado de una persona está compuesto de recuerdos; de imágenes en blanco y negro o en color que, por una razón u otra, es necesario que permanezcan ahí, junto a nosotros, en nosotros. Los buenos recuerdos porque conectan felicidades de tiempos opuestos mediante una sonrisa. Los malos porque nos recuerdan que, gracias a ellos, ahora somos un poco más fuertes o más sabios. ¿Por qué no borrarlos, en definitiva? Porque sean buenos o malos forman parte del engranaje sobre el que nos reinventamos cada día, dando forma a un presente que nada más nacer se convierte en pasado y, sin el cual, no habría futuro alguno por construir.

Este conjunto de letras ha nacido del recuerdo de «Invisible». Con él, he podido volver a recordarme.

 

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