Al calor del fuego

Si hay algo que tiene la capacidad de dejarme hipnotizada es observar el fuego de una chimenea durante una noche de invierno. Ese fuego que se aviva a medida que consume la leña que lo alimenta, que va desprendiendo el calor que tu cuerpo necesita absorver para dejar de tener frío, y que te va aromatizando con ese particular olor que te traslada a un mundo paralelo.

Los destellos van iluminando tu mirada, te envuelven y te van acunando entre sus brazos. El momento álgido llega cuando tus ojos se empiezan a entrecerrar y tus pensamientos inician un vals con las llamas. Ambos danzan en perfecta sintonía, se funden y, de pronto, surge la chispa y se esfuman. Hipnosis completada. Tu mente se ha quedado en blanco, tu cuerpo ya no tiembla y, mientras ese fuego de invierno te canta una nana al ritmo del crujir de la leña, te vas dejando caer en manos de Morfeo.

 

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