Después de meses sin verte, ni tocarte, ni sentirte, llegó el día. Mis pies se dirigen rápidos e inquietos, pero con rumbo fijo, hacia ese paraíso anhelado que me había tenido que conformar con vivirlo únicamente a través del recuerdo. Y, por fin, ahí está, mi rincón favorito y la gran confidente de mis pensamientos: la playa.
La suave brisa marina me saluda acariciándome el pelo y despeinándolo suavemente; la arena empieza a juguetear con mis sandalias y a filtrarse por cada espacio que encuentra; el sol me recuerda que, por mucho que esté a gusto bajo el calor de sus rayos, nunca llegará a ser amigo de mi piel blanquecina; y, cuando alzo la cabeza, a lo lejos, aparece el mar, el protagonista por excelencia de la playa, la media naranja de la arena y el amante secreto de cualquier escritor.
Me acerco a él, lo toco con la punta de los dedos e, inmediatamente, mi piel se eriza como respuesta al contraste entre el calor del sol y el frío del agua. Hoy está algo revuelto, las olas llegan con fuerza a la orilla y envuelven mis pies para convertirlos en pequeños submarinos durante apenas unos segundos. Poco a poco, me voy dejando llevar, mi cuerpo friolero se va acostumbrando a esa nueva temperatura y, entonces, llega el momento decisivo de la cuenta atrás. «A la próxima ola, me zambullo», digo para mis adentros. La ola escogida comienza a dibujarse en el agua, se acerca lentamente y, cuando está a punto de tocarme, me hundo para dejar que pase por encima de mí y me abrace con su delicado balanceo. Conjunción completada.
La última fase del reencuentro con la playa es estirarme en la toalla, cerrar los ojos y dejar que el sol evapore todas las microgotas que danzan divertidas sobre mí. A medida que van desapareciendo, la sensación de frescor también se desvanece y la idea de tener que irse se va haciendo cada vez más real. Mientras me alejo, pienso que, con la arena en los pies, la sal en la piel y alguna gota rebelde que todavía no se ha marchado, podría decirse que soy una porción de playa andante. Echo una última mirada hacia atrás, inspiro, expiro y me embriago por última vez de ese aire con olor a libertad. Intentando capturarlo en mis pulmones para la posteridad, me despido con un «Hasta pronto» de ese pequeño paraíso, deseando que no pase demasiado tiempo hasta que vuelva a verlo, a tocarlo y a sentirlo.
Me han salpicado las olas y hasta he tenido la sensación de que el sol me ha venido a buscar.
Imaginación = realidad
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Relax y libertad mirando al mar.
Bonito reencuentro!!!😉
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Molt bona feina com sempre 👌🐒 ;**
Muuuuaaks 😘
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